nota editorial diciembre 2000
LA RAZÓN DE NUESTRO NOMBRE

A principios del año 1994, la crítica situación por la que atravesaba la Asociación Mutual del Personal de Comunicaciones, historia que ya hemos contado en anteriores publicaciones, dio nacimiento a la creación de la Asociación Mutual de Protección Familiar. Contemporáneamente, quien esto escribe, conoció a través de los diarios de la época la existencia de la exhortación del Papa Juan Pablo II, denominada “Familiaris Consortio”, cuyo sentido, es más que traducción “la misión de la familia cristiana en el mundo”.

De la lectura del documento papal surgió la idea de nuestro nombre, especialmente porque el contenido de esa exhortación está, indudablemente, dirigido al cuidado del núcleo principal de la sociedad: la familia. Bastará decir que uno de sus capítulos “Asociaciones de Familias para las Familias” expresa:... “algunas de estas asociaciones se proponen la preservación, la trasmisión y tutela de los sanos valores éticos y culturales del respectivo pueblo, el desarrollo de la persona humana, la protección médica, jurídica y social de la maternidad y de la infancia, el incremento de la mutua solidaridad”

Nuestra Entidad ha sido formada con el propósito de que las familias asociadas, puedan dedicarse a obras de carácter social, especialmente a favor de aquellas personas a las que no logra llegar la asistencia de las autoridades públicas. Resultó, entonces, como el nombre más apropiado para nuestra Mutual, su actual denominación, decidiéndose en la Asamblea Fundacional del 23 de marzo de 1994, con el consenso unánime y general beneplácito de los asambleístas para que así fuera.

La acción consiguiente

Esta fuente de inspiración, enriquecida por el ejemplo de los dirigentes que nos precedieron y sostuvieron con absoluta claridad en concepto central del Mutualismo: “La Mutual protege a la familia y a los seres que la constituye desde el nacimiento hasta la muerte”, hace que familias asociadas deban protagonizar a través de las entidades que las nuclean, la acción que procure que las leyes e instituciones del Estado, no sólo no atenten contra su integridad y funcionamiento, sino que se conviertan en el sostén de esas entidades, con el principio de subsidiaridad que obliga al Estado a favorecer y estimular a las asociaciones de familias.

Hoy, tal vez como nunca, venimos recibiendo continuas agresiones, que en nada contribuyen a que se cumpla ese precepto de promoción y apoyo a las entidades, que como la nuestra, reúnen en su esencia los valores de la solidaridad y el objetivo del bien común.

Una forma, quizá la más importante, de defensa ante los embates que el mutualismo, en su conjunto viene sufriendo, es la activa participación de las familias asociadas en las instituciones a las que pertenecen.

Esta participación puede darse tanto con la utilización de los servicios y beneficios que de ellas emergen, como el aporte de ideas y propuestas dirigidas a consolidar aún más a la estructura de funcionamiento y al bien que se irradia a través de esa actividad.

Entendemos que el conocer cada día más profundamente a la Entidad, hará realidad ese propósito de integración y participación, en una actitud que juzgamos finalmente identificada con el espíritu y la prédica del trascendente documento al que debemos nuestro nombre.

Alfredo Sigliano
Presidente AMPF