nota editorial noviembre 2007
SOLIDARIDAD, SUSTENTO DEL MUTUALISMO

Es muy común que se confunda beneficencia con solidaridad, en virtud de que ambas actitudes se compadecen en cuanto a hacer el bien, con sentimientos altruistas que buscan mejorar la vida ajena.

No obstante, más allá de estas coincidencias, se distinguen entre sí por algunas diferencias sustanciales, que tienen que ver con la diversidad de connotaciones que rodean a la práctica de esas nobles acciones.

En efecto, mientras que en la primera la Entidad o persona benefactora, cumple con su propósito caritativo, asistiendo al indigente o desposeído en sus necesidades básicas con los aportes provenientes del Estado, asociación civil o fortuna personal, según sea el caso, la solidaridad implica, fundamentalmente, compartir intelectualmente y en los hechos, no solo todo lo que signifique el objetivo de lograr un mayor bienestar, sino que también incluye la adhesión voluntaria a una causa común.

Solidarias fueron y son, las luchas entabladas por los pueblos del mundo para lograr su independencia política, la de los esclavos, en todos los tiempos repetidos de la historia por obtener su libertad, la de los derechos de la mujer, para ser consideradas en igualdad jurídica y social con los hombres, la de los trabajadores, en gestas reivindicatorias defendiendo los derechos de los de su misma clase y tantos otros ejemplos que podrían agregarse, que hacen evidente que la solidaridad une a los que se consideran beneficiados por sus propias acciones.

Solidaridad es también compartir los ideales transformadores de la realidad existente, cuando esta afecta a quienes conviven en una comunidad, ya sea de trabajo, estudio, artística, científica, deportiva, etc. traduciendo el pensamiento afín en un común emprendimiento.

Un ejemplo indicante, lo brindan en “mecánica” las ruedas y piezas que forman parte de un mismo eje, correa o árbol de transmisión, llamadas solidarias, al contrario de las que giran en sentido opuesto con respecto a otras, produciendo fricción y engranaje entre sí y que por ello son insolidarias.

Pero, es indudable que solidario por excelencia es el Mutualismo, cuya filosofía predominante es la unidad de las personas en el seno de sus entidades representativas, con la misión de realizar en un plano de igualdad, las acciones conducentes para enfrentar los mismos problemas y defender iguales intereses, vinculados inalterablemente con la justicia e inclusión social.

Cada vez que un asociado utiliza un servicio financiero, tal como la ayuda económica, no solo se ayuda a sí mismo en una necesidad puntual, sino que también la utilidad económica que ese servicio genera, se traduce en el fortalecimiento de los servicios ya existentes o en la implementación de nuevos beneficios.

No es por tanto, el mutualismo un sistema de beneficencia, sino que los beneficios que brinda son el resultado de la contribución económica y el trabajo social, en pos de objetivos comunes, que emprenden las personas mutualizadas, procurando una mejor calidad de vida y un mayor bienestar para la sociedad en la que actúan.

Es en definitiva la solidaridad, un conjunto de responsabilidades y de compromisos recíprocos entre los seres humanos, con un fuerte sentido fraternal y que por su singularidad, no debe confundirse con beneficencia, caridad o justicia, valores que por su parte poseen sus propios y meritorios componentes que los individualizan y distinguen en el contexto de la relaciones sociales.