nota editorial septiembre 2010
 EN DEFENSA DEL SISTEMA MUTUALISTA ARGENTINO 

Nuevamente, nos vemos ante un reciente episodio mediático, que se ocupa de modo sensacionalista de la actividad (o mejor decir inactividad) de mutuales y cooperativas, que se enrolan en la lista más oscura, infringiendo daños irreparables al sistema históricamente considerado como solidario por excelencia.

Es esta una realidad incontrastable, que viene golpeando periódicamente sin que se logre una contrapartida que llegue a la opinión pública mostrando el otro rostro, el auténtico, de un mutualismo más que centenario, generador no sólo de sus propios resultados, sino también como inspirador de otros tipos de organizaciones que integran la economía social y solidaria. Es por eso que es procedente reflexionar sobre diversas problemáticas, utilizando la imparcialidad y la objetividad como parámetros.

En nuestro país, el mutualismo se encuentra organizado institucionalmente, contando para ello con el marco normativo y legal pertinente, que contempla, además de los requisitos para su constitución y funcionamiento en la sociedad; ejemplo, división en entidades de primero, segundo y tercer grado (mutuales, federaciones y confederaciones), un organismo del Estado, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social –INAES -, cuya misión y competencia es el fomento y promoción del sistema, pero también, ejercer el control sobre la normalidad de funcionamiento de las entidades mutuales y cooperativas que integran su registro de matriculación.

Estamos entonces, ante la evidencia que las irregularidades o lo que es peor, los desvíos premeditados y dolosos en el accionar de algunas organizaciones, sólo puede producirse cuando falla ese andamiaje idealmente idóneo para velar por el correcto funcionamiento de las mismas.
En este contexto irregular, encontraremos tanto a la expresión condenable de las seudas mutuales, como aquellas otras que vienen cumpliendo desde siempre, estrictamente, las regulaciones existentes para su desempeño, dentro de los principios rectores de las filosofía incuestionablemente solidaria que sustenta al mutualismo.

Sería muy bueno que los medios de comunicación pública, ocuparan alguno de sus espacios mencionando a mutuales que brindan sus servicios y beneficios, pensando en mejorar la calidad de vida de sus asociados y procurando siempre la transformación de la sociedad, teniendo como base a los conceptos de equidad, igualdad de oportunidades e inclusión social.

Un ejemplo a mencionar, entre otros, sería la actividad que desarrolla en todo el país nuestra Mutual, la que en sus más de 60 locaciones establecidas en toda la geografía argentina, incluyendo también a la hermana República del Paraguay, realiza sus servicios sociales, para más de 85.000 familias, tales como salud, educación, servicio social, ayudas económicas, turismo, proveeduría, etc.

Por nuestra parte, es imperativo que asumamos la responsabilidad como dirigentes de todos los niveles del organigrama del mutualismo, de coadyuvar en la tarea de distinguir, como en el refrán popular “entre la paja y el trigo”, reclamando a las autoridades gubernamentales que hagan lo propio.

Estos últimos, extremando los recaudos fiscalizatorios a los que tienen acceso, con el respaldo legal que consagra sus facultades.

Y los primeros, afrontando con valentía y determinación, la obligación de preservar sobre todas las cosas la sobrevivencia del sistema, no sólo actuando correctamente en sus propias entidades, sino también no permitiendo la incorporación de esas organizaciones contaminantes al conjunto nuclear (federaciones y confederaciones), de las que siempre cumplen, silenciosamente pero fielmente, los principios que dieron origen a las formas de asociación solidaria más antigua de la humanidad.

De tal manera y solo así, lograremos cambiar una situación que tanto mal hace al mutualismo argentino, sin que hasta ahora se manifieste una reacción saludable, especialmente de los más afectados que son los dirigentes mutualistas, obligados por su compromiso social y representatividad institucional a asumir férreamente la defensa del sistema.