nota editorial septiembre 2011
 DÍA DEL MUTUALISMO - AÑO 2011 

Cuando la crisis azota cruelmente a todos los países del planeta y la desorientación es tal, que no se atina a responder acertadamente al desafío que plantea instrumentar soluciones de fondo, como ocurrió reiteradamente a lo largo de la historia y como ocurre actualmente, surge una vez más la recurrente pregunta en todos los pueblos afectados:

¿CUÁL ES LA MEDIDA CORRECTA QUE NOS LLEVE A LA SOLUCIÓN DESEADA?

Los gobiernos suelen acudir, por lo general, a la aplicación de restricciones presupuestarias, aumentos en las cargas impositivas, constreñimiento en los gastos sociales, reducción drástica de fondos destinados a la educación, y toda esa larga lista de decisiones que sólo logran empeorar la situación existente, haciendo más aguda la indeseada desigualdad, tanto de oportunidades como de dignas condiciones existenciales en las sociedades, especialmente en las naciones paupérrimas del mundo contemporáneo.

Dentro de este contexto desalentador, donde todo está mal y cuando el desanimo se extiende cada vez más entre los perjudicados de siempre, cabe reflexionar sobre esta cuestión, enfocándola desde un ángulo de análisis, totalmente ajeno a lo tradicional, prescindiendo de ideolologías políticas, escuelas económicas, naturaleza demográfica y/o geográfica, etnias, religiones, formas de gobierno, desarrollo institucional, etc., en fin, el género humano en su conjunto, con lo que forzosamente conviene mirar hacia un sistema ancestral pero vigente y confiable, que no es otro que el de la MUTUALIDAD.

Al celebrar este año el sábado 1º de octubre el DÍA DEL MUTUALISMO -instituido por el Decreto Nº 22946 del año 1945 firmado por el Presidente Edelmiro J. Farrel, siendo en ese entonces, Secretario de Trabajo y Previsión el Coronel Juan Perón- es especialmente propicio, redimir el rol social de este movimiento filosófico y único por su doctrina profundamente solidaria, por cuanto, a poco que quienes tiene el poder de decisión, adviertan que se trata de la herramienta más idónea para enfrentar la lucha por el alivio de la pobreza y la instauración de la igualdad y la justicia social, estaremos transitando con fe y optimismo el camino de la superación de las dificultades que nos agobian.

Creer en la ayuda mutua y practicarla, ha hecho de la raza humana la especie más exitosa y al mismo tiempo, incongruentemente, la más necesitada en materia espiritual y en asistencia material.

A esta realidad el mutualismo ha respondido, desde el fondo de su historia, en épocas con apoyo de los Estados y en mayor medida de tiempo, sin ninguna ayuda, brindando a sus colectivos y a las comunidades de su inserción, la contención y los servicios que benefician y dignifican a sus asociados.

No es propósito de esta reflexión, afirmar, presuntuosamente, que el mutualismo es la panacea universal que podrá remediar a tantos problemas como aquejan a la sociedad, no obstante, sí se puede sostener con honestidad intelectual, que es el sistema no gubernamental, que más puede aportar para paliar las consecuencias de las inequidades, que los desaciertos de las políticas sociales traen inexorablemente aparejadas.

El continuo devenir de ciclos cambiantes en la valorización de los vectores sociales, ya sea en relación a la importancia que se adjudica temporalmente a cada uno de ellos en el conjunto de las políticas de gobierno, o el agotamiento insanable de sistemas privatistas o estatistas, manejados con total ausencia de equilibrios que hagan posible la convivencia positiva de ambas estrategias, ha hecho que las organizaciones de la sociedad civil, fundaciones, ONGs, cooperativas, mutuales y otras, fueran tenidas en cuenta o ignoradas a lo largo del tiempo, según sea la prevalencia imperante de esas estrategias. Y esto es válido, tanto para los Estados nacionales, como para las organizaciones internacionales del más alto nivel, léase ONU, OEA, OIT, AISS, etc.

Actualmente, están siendo consideradas positivamente en todos esos ámbitos y por tanto, la mutualidad se encuentra en inmejorable situación para obtener, no sólo el reconocimiento de sus solidarios servicios en la comunidad, sino que también ha comenzado a sumar a esa renovada aceptación, idéntica visibilidad y tangibilidad en muchos países, cuyos gobiernos han iniciado la concertación de partenariatos para encarar proyectos conjuntos, privilegiando la unión del Estado y las mutuales, en razón de la naturaleza y objeto social de estas últimas.

Cabe señalar, entonces, que la ayuda mutua, movimiento generoso y de profunda significación social y cuyas raíces son el principio de todo lo que se ha logrado en materia de bien común, con sentimientos morales de la más alta trascendencia, se ha posicionado nuevamente como uno de los pilares más sólidos de la seguridad y protección social y se constituirá en el futuro, en el más valioso de los recursos al alcance de los factores de poder en todos los países, para alcanzar el bienestar y la felicidad de sus pueblos.

Es esta, en definitiva, la propuesta que el mutualismo tiene para responder al interrogante que encabeza estas reflexiones y ofrece para sustentarla, una existencia más que centenaria, trabajando junto a millones de asociados en todo el mundo, mejorando las condiciones de vida en las comunidades más pobres y necesitadas y priorizando siempre el concepto de la unidad y del esfuerzo multiplicador de las organizaciones, que componen al sistema solidario por excelencia.