Una abuela casi famosa

Adelina Bielopolsky, asociada de AMPF, cuenta sus aventuras frente a las cámaras.Adelina Bielopolsky, asociada de AMPF, cuenta sus aventuras frente a las cámaras.

Cuando en 1920 el cine estaba en plena etapa de desarrollo y nacían además dos grandes personalidades vinculadas a él, como lo fueron Federico Fellini y Alberto Sordi, por estas pampas meridionales –más precisamente en Chacabuco, provincia de Buenos Aires- nacía Adelina Bielopolsky, hija de un polaco y una austríaca, inmigrantes ellos venidos a trabajar la tierra.

Nadie sospechaba por entonces que la más pequeña de la familia (tres mujeres y un varón) sería, noventa años después, una de las caras publicitarias de una compañía de Internet. Usted la habrá visto alguna vez en un aviso por televisión, o en una revista o en afiches callejeros: es la abuelita que aparece con la boca deformada por la potencia que brinda la conexión “turbo” que ofrece uno de los principales servidores de Internet a nivel nacional.

Adelina no aparenta sus 91 años muy bien llevados y vividos. Su secreto, dice, es amar su trabajo, cosa que hace desde hace muchísimo tiempo. Durante 36 años fue empleada administrativa de la Asociación Argentina de Actores –nacida un año antes que ella-, hizo giras con la compañía de teatro de su esposo (el recordado actor de cine y radioteatro Alfredo Noli) y desde hace algunos años se dedica esporádicamente al cine y la publicidad. En este rubro, las más recordadas son la de “Arnet-Turbo” y la de “Nastizol”.

Si bien su primer acercamiento al teatro parece haberse producido en Bragado, donde vivía hacia los 18 años, la vocación histriónica no afloró hasta 1944, cuando lo conoció a quien fue su marido en 1944. Noli, por entonces, era un reconocido actor de radioteatro que integraba los elencos de las por entonces líderes radios El Mundo y Excelsior. De Bragado se había venido a Buenos Aires para estudiar Farmacia, pero “era el año ’45, cuando nos perseguían mucho a los apellidos raros –dice-. Entonces me cansé y empecé a trabajar”.

Dice que por ese entonces, empleada en la asociación de actores, conoció a Alfredo Noli y se pusieron de novios. Como él era rosarino, armó una compañía de radioteatro en Rosario, y allí se integró Adelina. “Del ’47 al cincuenta y pico tuvo auge el radioteatro. Se hacía una radionovela y se salía de gira. Recorrimos casi toda la provincia de Santa Fe, parte de Córdoba, norte de Buenos Aires. Hicimos una obra que se llamó ‘El boyerito de la cara sucia’, con funciones durante 90 días seguidos. Rogábamos que lloviera para poder suspender, pero no llovía nunca. Esa fue mi gran experiencia”, evoca.

La actriz se llamó a reposo cuando fue mamá. Reposo de las tablas, está claro, porque ahí fue cuando ingresó para hacer tareas administrativas en el gremio de los actores hasta la hora de jubilarse. Entonces volvió a actuar.

“Cuando me jubilé, retomé lo que me gustaba, que es ser actriz –cuenta-. Como me conocía de Actores, quien hoy es mi representante me invita a hacer un casting para cortos publicitarios. Hice unos cuantos. Después, los chicos estudiantes de cine de la Universidad del Cine de Buenos Aires, de Manuel Antín, fueron buscando viejos para un trabajo final de la carrera, y me eligieron. Hicimos un corto hermoso, que ganó un premio”. “Tras la ventana” (2008, 11 minutos, dirección: Juliana Bermúdez Coll) que obtuvo un premio al mejor guión, fue filmado en la casa que habitaban varios estudiantes de cine -entre ellos la directora- de varias nacionalidades. “Ahí quedé relacionada con muchos chicos estudiantes de la Universidad del Cine. Me llamó otra chica, que había visto el corto, e hicimos otro trabajo hermoso sobre una vieja que se había peleado con la hija. Lo filmamos en el Hotel de los Inmigrantes ambientado como si fuera un hospital. Pasó el tiempo, y me llamó otra chica, una francesa que estaba estudiando acá”.

Bielopolsky cuenta que también trabajó con un director portugués, pero que recuerda mucho el papel que hizo para “El boleto ganador”: la historia de una madre castradora con un hijo joven a quien mandonea y somete. “El muchacho conoce a una chica, se enamora, y ella gana un departamento en una rifa de la cual compró un boleto. Entonces deciden casarse, pero el problema era cómo decírselo a la madre. Cuando se entera, se pone a llorar, y la película termina con el chico que va a la cocina y quema el boleto ganador, y vuelve a servirle el desayuno a su madre y vuelve a sentarse solo, junto a la mesa”.

Con Pablo Trapero filmó “Familia rodante”. Adelina encarna el papel de “Tota”, una amiga de la abuela de la familia que es, en la vida real, la abuela del director. También fue figurante en “Golden Door”, una coproducción francoitaliana del director italiano Emanuele Crialese. “Filmamos en el puerto, en Buenos Aires, y éramos el pueblo que despedía a los que emigraban desde Sicilia”.

Adelina salta de un punto a otro del tiempo, como si su vida fuera una película biográfica. De sus años en Bragado recuerda al niño Héctor Larrea, el hoy consagrado locutor y animador. “Vivían a una cuadra de mi casa y lo conocí desde antes de que naciera, cuando estaba en la panza de su mamá”, señala.

Y ahí se queda Adelina, hilvanando recuerdos, todos con la misma pasión y la misma adrenalina que le brota cada vez que se encienda una cámara y un director grita: “acción”.