El arte te hace ser mejor persona

Bruno Lombardelli, empleado de Sede Central y asociado a la Mutual, habla del arte y de su especialidad, el teatro.

El mediodía porteño cae soleado sobre la terraza de la Mutual y Bruno Lombardelli cierra los ojos. Hilvana una frase, otra, y el fotógrafo no atina
a “congelarlo” con los ojos abiertos. El entrevistado parece retraído, tímido, y dará trabajo al entrevistador.

En el umbral de sus 35 años, Bruno acaba de estrenar una obra de teatro (una sátira acerca del descubrimiento de América: “Colón, el huevo conquistador”) en la cual es uno de los diez actores que hacen lo suyo en escena; uno de los cerca de veinte artistas que arriba o abajo del escenario, repiten con esta pieza el desafío de hacer teatro independiente.

– ¿El teatro independiente implica independencia ideológica y además una suerte de autogestión?

– En el teatro independiente laburás muchísimo. A la gente la llevás vos, toda vos… Que llevar gente, que los volantes, que el material… Todos los días eso, y no tenés un descanso; es desgastante. Pero si es algo que te gusta, siempre te va a dar placer, por más que putees cuando tenés que ir y tenés ganas de quedarte en la cama. Pero lo tenés que hacer, porque salís al escenario y estás en comunión con vos y con esas caras que te miran.

– ¿El teatro nos ayuda a ver nuestras propias miserias?

– Sí. Y es universal. Cualquier persona entiende una expresión artística. Puede ser teatro, un cuadro, un libro, y cualquiera puede entenderlo porque el arte nace de uno mismo. Y eso es universal, no hay que estudiar para eso; simplemente uno tiene que sentarse a disfrutar y a creer lo que le están diciendo. Es estar dispuesto a viajar, a ver, a no pensar. A que te toque algo dentro tuyo… Con que a una persona le haya tocado algo, le haya podido modificar o ver cosas que no haya visto o sentirse en un éxtasis de placer aunque sea por unos segundos, ya todo es mejor. Bruno, quien trabaja en el área de tecnología de la Mutual, nació en Esquel, vivió en Puerto Madryn y luego en Córdoba, desde donde recaló finalmente en Buenos Aires, un derrotero que él interpreta de otra manera. “Viví verdaderamente (remarca ‘verdaderamente’) en muchos lugares: la cordillera, el mar, la sierra, la ciudad”. A la capital federal llegó hace unos ocho años. y en los meses siguientes, en búsqueda de alguna actividad complementaria de su trabajo, llegó a sus manos un volante promocionando un taller de Construcción del Humor con Mosquito Sancineto. “El humor siempre me gustó –dice-; el humor me hacía liberar, tanto viéndolo como siendo parte de él. Y lo es todavía; me hace liberar”.

– Dedicarte al teatro de humor ¿te sirvió para desenvolverte socialmente?

– El teatro me abrió a mí y me está abriendo… me abre cada día. Siempre digo que el teatro “te hace”, porque primero te hace conocerte a vos mismo cada vez más. A largo plazo, creo que en cierta manera, si lo sabés interpretar, te hace ser mejor persona. Al conocerte mejor a vos mismo, creo que te hace conocer mejor a los demás. No es fácil: haciendo teatro también he tenido momentos en que he sufrido. El taller de clown lo sufrí mucho. Hubo días que iba al taller de clown e iba en el colectivo sufriendo, pero iba, no quería dejar de ir. Tengo ganas el año que viene de armar algo de clown.

Lombardelli se autodefine “hiperactivo con todas las letras, no paro. Hago teatro, hago percusión, trabajo… hago mucho de todo eso. No paro y tengo problemas por eso. Mi novia, a veces, me quiere matar, pero me banca”.

– ¿Quiere decir que si no hicieras teatro, ocuparías tu tiempo con otra actividad?

– Pienso en las personas a las que les pregunto qué hacen después del laburo y me dicen “nada”. Y digo ¿cómo puede ser?

– ¿Ves al teatro como una forma de educar?

– Totalmente. Uno puede educar desde el arte. Una vez me mostraron un video que se llamaba “Señorita Olga”, sobre alguien que había hecho una escuela basada en el arte. Incluso enseñaba ciencia a través del arte. Te enseñaba la matemática no de la manera tradicional, sino desde otro lado, conectándote con la naturaleza, los colores. Está bueno que la gente no se despegue de su esencia, y la esencia es el arte, porque es lo único natural, sale solo, cualquiera lo puede hacer: no necesitás estudiar nada. Lo único que necesitás, es liberarte.

– ¿Cuál sería el marco de referencia, el cauce de esa libertad?

– Por supuesto, uno no va por la calle haciendo payasadas, a no ser que sea una obra artística, que tenga un concepto determinado y un mensaje. Pero está bueno que uno no pierda nunca esa conexión con la esencia que tiene uno.

– ¿Hay una particular necesidad de mostrarse en el artista?

– Creo que el artista es una persona que necesita mucho expresarse, que el otro le preste atención.

– ¿Es egoísta?

– Tiene ese lado egoísta. Es súper egoísta el artista, desde ese lado, pero también es muy generoso. Pensá que nosotros llevamos un año y medio de laburo para estar dos horas en escena. Un actor puede laburar un año para una participación de diez minutos y hacer dos funciones, nada más, sólo para satisfacer a otra persona que está todo el día rompiéndose en una oficina o haciendo lo que sea, para ir dos horitas de su vida a distraerse un poquito. Y eso está buenísimo. Somos como su descanso; está buenísimo.

Y entonces, más relajado y ya verborrágico, Bruno accede a las últimas fotos. Accede al pedido del fotógrafo, se sube a un banco, abre los brazos en cruz, y con los ojos -ahora sí- abiertos, acompaña una sonrisa que le arranca desde el alma. El momento ideal, pensamos, para que se abra el telón y empiece la función.-