La larga historia de Luis

Asociado en Berisso, Luis Jorge tiene setenta años de bombero voluntario y mucho para contar.

La memoria de don Luis Jorge es asombrosa: arranca a los 3 años de vida y le permite reconstruir meticulosamente infinidad de momentos hasta ahora, cuando le faltan pocos meses para cumplir los 93. Y el relato de su vida parece el guión para una novela de aventuras: nació en Zárate y recaló en Berisso, ciudad portuaria y frigorífica por aquellos años dorados. A los 3 años estuvo al borde de la muerte y nadie supo de él durante dos años, trabajó en el campo, en casas de familia, en fondas… Fue campeón platense de box, primer premio en un concurso de máscaras de carnaval, recibió no pocas condecoraciones y diplomas, trabajó en frigoríficos y en una película de Lito Cruz y desde los 20 años es, hasta hoy, bombero voluntario. Esta es una partecita de su historia.

Inmigrantes portugueses, don Juan Jorge y doña María Rosa Da Silva tuvieron dos hijos, de los cuales Luis fue el mayor. Se asentaron en Villa Angus, el barrio de los empleados del frigorífico River Plate que funcionó en las cercanías de Zárate hasta que la crisis de 1930 obligó a su cierre.

Pero en 1923 se había apagado la vida de Juan Jorge y su esposa se quedó sola, con sus hijos de 1 y medio y de 5 años. “Ahí empezó mi carrera de la vida”, sentencia Luis, como preanunciando lo que vendría.

Y lo que vendría tal vez lo haya marcado para siempre. Ocurrió que sufrió una infección en una pierna, a nivel de los ganglios. “Me hicieron esos remedios caseros que se hacían antes, unas cataplasmas, porque antes no había nada de los remedios de hoy”. El resultado fue un empeoramiento de la infección, una pierna que se ponía verde, y el pequeño Luis acabó internado en un hospital de Buenos Aires, cercano a la casa de su padrino.

“Cuando al otro día me fueron a ver, ya no estaba más –recuerda-. Así estuve dos años perdido, hasta que me encontraron en el Hospital Muñiz. Recuerdo que me desperté en un pabellón que tenía quince camas de cada lado y dos cunitas en el centro. En una de ellas, estaba yo”.
Con su corta edad, sólo sabía que se llamaba Luis y que su mamá se llamaba María pero nada más: ni su apellido, ni dónde vivía, ni nada. Un día, una enfermera inventó que su mamá le había escrito una carta preguntando por él, pero la estrategia no aportó demasiados datos; Luis pidió que le respondieran que estaba bien, esperando que lo fueran a buscar. Y cuando le preguntaron a qué dirección mandaban la carta, respondió con la simpleza de los chicos: “Vos poné ‘almacén Médici’, que ellos la conocen a mi mamá”.

La búsqueda duró dos años, hasta que su padrino lo encontró y lo llevó, ya curado, con su mamá, a Zárate. Luego vinieron una mudanza por trabajo a Tigre, la muerte del segundo esposo de María Rosa y la internación en el Patronato de la Infancia para el menor de los hijos: Luis ya orillaba los 8 años, demasiados para ser aceptado en la institución, así que acompañó a su madre en sucesivos trabajos vinculados al campo.

En temporadas, ella trabajaba cama adentro y el pequeño se quedaba solo en el humilde rancho familiar de Zárate, ganándose el pan haciendo changas. “Comida y ropa nunca me faltó, porque los paisanos de mi mamá eran muchos, y siempre nos ayudaban”, recuerda. Aún hoy hay descendientes de aquellos coterráneos en Zárate, con los cuales Luis se visita de tanto en tanto.

Otros conocidos, por el contrario, habían migrado a Dock Sud y a Berisso atraídos por los frigoríficos. En definitiva, habían dejado de trabajar en el River Plate, pero se habían podido emplear en otros. Y allí fue a dar la corta pero intensa vida de Luis Jorge. Había mentido su edad en algunos documentos para ser aceptado en el Swift, pero no lo suficiente como para ser admitido como bombero voluntario en el cuartel por el que pasaba todos los días. Debió esperar a cumplir 20 años para, ocho días después, alistarse. ¿De dónde vino su vocación, esa que después de más de siete décadas lo llevaron a ser el subcomandante de los Bomberos Voluntarios de Berisso?

“Posiblemente desde que era chico, cuando en Zárate se incendió el almacén Médici, en Zárate. Nosotros vivíamos a dos cuadras y las llamas se veían desde mi casa. Tanto le pedí a mi mamá, que me llevó a verlo, y me impresionó ver que no había quedado nada”, recuerda.

Luis Jorge cuenta su vida sentado en el comedor de su casa, una típica vivienda berissense, mitad ladrillo y revoque y mitad madera. Las paredes grises están tapizadas de recuerdos y reconocimientos, casi como si fueran la prolongación de su chaqueta de bombero, que ostenta catorce estrellas por sus más de setenta años de servicio y cinco medallas por acciones heroicas. Entre ellas el petrolero “San Blas”, que estalló en el amarradero una medianoche de 1942 y Luis fue de los primeros en llegar al cuartel.

El otro hecho memorable fue en 1968, cuando tres petroleros de YPF con su carga a pleno fueron una sola hoguera que ardió por casi siete días.

En el medio, Luis Jorge fue boxeador (campeón de La Plata en su categoría) y su forma de ser alegre lo llevó a disfrazarse de “Spaghetti” (“Popeye”) y convencer a un amigo suyo de que lo acompañara con el disfraz de Olivia. Un diario de la época da cuenta de que obtuvieron el primer premio en los corsos de Berisso en 1937.

Su sentido de responsabilidad y de compromiso lo llevó a seguir al sindicalista Fermín Chávez en la huelga que paralizó los frigoríficos por tres meses en 1945 y estuvo, por supuesto, aquel 17 de octubre en la Plaza de Mayo. De eso también hablan los diplomas en la pared.

A un hombre que en su larga vida se ha jugado la suya para salvar la de los demás, huelga preguntarle por qué se asoció a la Mutual: la solidaridad corre por sus venas como la más noble de las sangres.